Una de las tantas variables de la vida académica, además de la comunicación en general, es la creación de contenidos escritos. Esta actividad lleva cierto nivel de dificultad, más aún cuando se experimenta un bloqueo y el escritor se siente frustrado. Es por eso que procedo a explicar la naturaleza de esta situación y entregar unas cuantas anotaciones que permiten afrontarla.
Cuando se tiene por misión escribir algo, sea por encomienda académica o no, todos somos valientes al momento de enfrentar la pantalla. Archivo, nuevo y crear. Pero entonces la determinación se derrite cuando nuestros ojos se ven navegando sin rumbo en una hoja vacía en Word nombrada por defecto “Documento1”, las manos se paralizan, los argumentos escapan de las expresiones que puedan plasmarlos y el silencio mental se apodera de todo... Crisis de la hoja en blanco, ¿y ahora qué?
Lo más importante para afrontar esta crisis es entender que hemos sido timados y autoengañados por el concepto de “la inspiración”, el cual nace de la teología y explica los actos de creación humana como momentos en los cuales la deidad se expresó a través de nuestras capacidades físicas y cognitivas, esto expropia al posible autor de la responsabilidad temática y metodológica, además de generar dinámicas poco productivas como la famosa mirada al techo y el gruñido de queja.
Entonces, si hemos de tomar las creencias religiosas como explicaciones de nuestro actuar, es relevante tener en cuenta que la mayor parte de las descripciones que se hacen sobre la humanidad en los libros sagrados apuntan a que somos una especie capaz y dotada, incluso por encima de las demás, con lo cual somos perfectamente capaces de enfrentar una hoja y salir victoriosos, sin gritarle al cielo para pedir apoyo.
Dentro de mi experiencia —no muy basta, pero sí muy útil— he llegado a concluir que del mismo modo en que la medicina identifica una enfermedad a través de síntomas concretos, lo cual permite diagnosticarla y luego tratarla, es necesario hacer lo mismo con la crisis de la hoja en blanco, pues esto nos da la posibilidad de reconocer qué acciones improductivas solemos tomar como autores y así evitarlas, reduciendo la crisis y generando dinámicas de producción eficientes.
Sintomatología
Desconocimiento de la etapa previa: esto sucede cuando iniciamos la creación de un texto a partir de “la nada” en todo el amplio sentido de la expresión, es decir, cuando pretendemos sentarnos a escribir sin haber escogido un tema, el foco o punto de vista y la finalidad del mismo.
Ignorancia voluntaria del contexto: una práctica bastante común, muy unida al desconocimiento de la etapa previa, es cuando pasamos por alto el formato final de entrega del documento (físico o virtual), público a quien va dirigido (quién leerá el texto al terminarlo) y las reglas de entrega (en caso de que apliquen), estos tres puntos nos permiten saber el tratamiento que se le dará al lector en el documento (tú o usted), la extensión y forma en la cual se desarrollarán los contenidos.
Abstraccionismo crónico: mientras esté sumergido en un debate mental sobre lo que va a escribir no manche la hoja, primero concluya, pues de lo contrario su texto se convertirá en divagaciones mentales. Todo autor tiene una tesis, o sea, una idea central que se argumenta y contra argumenta a través del escrito. Defínala antes de iniciarlo.
Pretensión aguda o crónica: cuando nos obsesionamos con que nuestro texto “tiene que” partir en dos la historia de la humanidad, cambiar la vida de quien lo lee y romper paradigmas sociales. Podemos quizás estar errando por vanidad y como dice el dicho “quien mucho abarca poco aprieta”, si la pretensión inicial y final es la creación de un contenido claro, argumentado y legible, es mucho más fácil escoger el lenguaje adecuado, acercarse al lector y crear un contenido de valor.
Rimbombancia lingüística: si bien la sonoridad del idioma español es hermosa, a la hora de comunicarnos por escrito no hay nada que reemplace la contundencia de un párrafo hilado con coherencia, términos actuales y estructura clara. Los eufemismos, arcaísmos y exceso de adjetivos, deben evitarse. Recuerda, menos es más, sobre todo en la escritura académica, por eso también debes huir de los párrafos enormes (más de 8 líneas).
Los otros síntomas que eventualmente se presentan en la crisis de la hoja en blanco son: morder uñas, procrastinar, deambular sin esperanzas, evasión de la responsabilidad en redes sociales y microepisodios de ansiedad. Pero estos últimos se vuelven leves y fáciles de controlar cuando se han solucionado los más importantes. Finalmente, tomando otro principio de la medicina para remediar este padecimiento académico, se puede optar por el camino de la prevención a través de estrategias como la creación de mapas conceptuales, listas de desarrollo temático, lluvias de ideas o búsqueda de documentos de referencia previo a la creación propia.